Las tres piedras
Desde
arriba, se podía mirar al río Tahuando ir plácido en busca del mar,
serpenteando rocas y musgos, acariciando giabos y totoras hasta llegar a
los encañonados y a las sucesivas vertientes para que lo fortificaran.
Al frente, el Alto de Reyes mostraba sus arbustos y su mínima montaña
frente a la laguna de Yahuarcocha. Abajo, los olivares aún conservaban
sus raíces férreas y el recuerdo de la cosecha, durante la época
Colonial, antes que el monopolio se fuera para el Sur.
Tres gráciles mujeres bajaron por la pendiente de piedras hacia el
río. Llevaban los cabellos sueltos y sus pies parecían caminar por el
viento. Iban a bañarse en el surtidor de aguas curativas.
Sus risas se confundían con los cantares que traía la corriente desde
las montañas. Eran muchachas y reían mientras se desvestían para su
baño de aromas de azahares y geranios. Sus pieras eran dóciles a las
hierbas mojadas y sus labios eran frescos como las gotas que salpicaban
sus caderas. Estaban desnudas y sus espaldas tersas se arremolinaban
bajo el chorro firme que caía golpeando leve sus cabelleras
ensortijadas. Sus ojos tenían los paisajes de estas tierras prodigiosas.
Unos hombres los observaban ocultos en los matorrales. Tramaban el
ultraje contra estas vírgenes de olores de durazno. Las doncellas, sin
percatarse, jugueteaban con el agua y sus cuerpos eran como garzas que
se posan sobre un estanque.
Los tunantes se acercaron para tomar por la fuerza lo que podrían
haber logrado por la ternura. Las zagalas comprendieron sus intenciones
perversas. Cuando sus manos se acercaron a sus figuras, los hombres
sintieron una dureza de alabastro. Las muchachas se habían transformado
en tres piedras. De lo que antes eran sus labios brotaban tres ojos de
agua, pero era como si estuvieran hechos de lágrimas.
Al bajar al río Tahuando las tres piedras con los fulgores de estas
mujeres aún están allí. Cuando se zambulle en su torrente es como si
unas manos recorrieran una piel ajena a su tiempo, pero también con
gemidos traídos de otas épocas.
Tomado del libro Leyendas de Ibarra, Colección Astrolabio. Editorial Pegasus, 1999
EL CARBUNCO
Se trata de un animal
fabuloso, propio de la Sierra de nuestro país. En las zonas del centro y
el norte de esta región se lo describe como el perro del diablo, que
tiene un lucero en la mitad de su frente y ojos de fuego que paralizan a
cualquiera que lo vea.
Aparece ocasionalmente en las noches oscuras y en los lugares solitarios.
La persona que se llegue a encontrar con este ser, puede resultar favorecida, pues quienes conocen de esta leyenda cuentan que el Carbunco entrega y vomita una bola de oro incrustada de piedras preciosas… pero, quien recibe estas alhajas no debe mostrarse ambicioso, porque si lo hace de inmediato el Carbunco lo descubre, quita el tesoro y se lo traga, desapareciendo inmediatamente en la oscuridad, mientras que la persona que se mostró ambiciosa puede quedar ciega o paralizada.
En el sur de la sierra, su implicación maléfica está más atenuada. En esta zona se describe al Carbunco como un gato negro con un diamante en la frente que emite un gran destello. Los individuos que lo encuentren deben perseguirlo con un pañuelo o manta blanca para atraparlo y quitarle la piedra preciosa de su frente.
No obstante, quien ha logrado capturar al Carbunco y le ha arrancado el diamante, es interpelado luego por éste, quien con una voz llorosa suplica que devuelvan la gema, por la cual este ser sobrenatural está dispuesto a dar cualquier cosa…
Aprovechándose de esto, sus captores las riquezas que ambicionado, y cuando le devuelven el diamante, el Carbunco desaparece y con él todas las esperanzas de hacer realidad sus ambiciones…
En fin, el Carbunco es el ser que castiga a los ambiciosos y premia a las personas desinteresadas.
Aparece ocasionalmente en las noches oscuras y en los lugares solitarios.
La persona que se llegue a encontrar con este ser, puede resultar favorecida, pues quienes conocen de esta leyenda cuentan que el Carbunco entrega y vomita una bola de oro incrustada de piedras preciosas… pero, quien recibe estas alhajas no debe mostrarse ambicioso, porque si lo hace de inmediato el Carbunco lo descubre, quita el tesoro y se lo traga, desapareciendo inmediatamente en la oscuridad, mientras que la persona que se mostró ambiciosa puede quedar ciega o paralizada.
En el sur de la sierra, su implicación maléfica está más atenuada. En esta zona se describe al Carbunco como un gato negro con un diamante en la frente que emite un gran destello. Los individuos que lo encuentren deben perseguirlo con un pañuelo o manta blanca para atraparlo y quitarle la piedra preciosa de su frente.
No obstante, quien ha logrado capturar al Carbunco y le ha arrancado el diamante, es interpelado luego por éste, quien con una voz llorosa suplica que devuelvan la gema, por la cual este ser sobrenatural está dispuesto a dar cualquier cosa…
Aprovechándose de esto, sus captores las riquezas que ambicionado, y cuando le devuelven el diamante, el Carbunco desaparece y con él todas las esperanzas de hacer realidad sus ambiciones…
En fin, el Carbunco es el ser que castiga a los ambiciosos y premia a las personas desinteresadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario